
Baraja quiso romper la imagen de un fondo azul, de un ejército que pudo quitarnos la vida (deportivamente) pero no la libertad de seguir abonándose a la esperanza. Su trallazo recuerda a otros tiempos, a los disparos de Epi, Mundo, Gorostiza, Amadeo, Asensi, a imágenes en blanco y negro, a copas con tapa metálica. Imágenes que has de ralentizar para descubrir que se acercan muchísimo al arte bien entendido. La estética del disparo se complementa con el épico salto de fe de Morientes, otrora verdugo en ciudades de pijos anhelos, que con su testarazo aloja un simple balón en las redes de los recuerdos inolvidables. En un deporte de millones, intereses, dioses con pies de barro y fanatismos con gluten es bueno poder permitirse un poco de abstracción y recordar que a veces, en la vida, un sentimiento irracional aporta más réditos que vivir con la camisa por dentro, y pintar sin salirse. El Valencia no es el Madrid ni el Barça, precisamente por eso algunos somos de este equipo. Nos gusta esa sensación de no tenerlo fácil. Una copa aislada se disfruta mucho más despacio que una noche de borrachera, y siempre ha sido más poético el papel de eterno segundón que de vez en cuando conquista el corazón de la dama, aunque luego ella se vaya en un avión y nosotros nos perdamos en un bancal de niebla.No soy fanático del fútbol, no soy anti nada, no le deseo ningún mal a ningún equipo, puedo hablar perfectamente de lo bueno que es Casillas, o de lo sobrevalorado que está Raúl sin comparar con los jugadores que yo sigo. Comprendo que la prensa se vende siempre al mejor postor, sin acritud y sin exigencias; me preocupa más la política o la economía, o esos científicos que van a iniciar un experimento que puede generar un mini agujero negro que podría terminar por absorber todo el planeta y desequilibrar el universo. Me olvido del fútbol en cuanto se acaba el partido porque no es más que un espectáculo. Pero alguna vez he sentido haber vivido con la camisa metida por dentro y no haber podido disfrutar de las dos ligas por compartir entonces mi vida con alguien a quien el fútbol le parecía (y con razón) un arma para atontar conciencias. Siendo cierto también estoy convencido que hay que dejarse llevar algunas veces. Reconozco que ví la final con la camiseta del Valencia naranja, la que me compré en la segunda temporada de Benítez, la misma que me puse para la final de la UEFA, y para la Supercopa de Europa ante el Oporto. Ya lleva tres títulos. La vuelvo a guardar en el cajón, sólo es deporte, sólo es una manera de pasar el tiempo, sólo una sociedad anónima deportiva con su grupo accionarial esperando hacer negocio. Pero podré contar lo que disfruté aquella noche, de un modo irracional, pero puro. Y del sentimiento de complicidad que unió a tanta gente durante esas horas, de los mensajes de alegría, y de lo barato que resulta, a veces, ser feliz.
Bien por estas cosas...
1 Comments:
Koeman go home!
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