lunes, octubre 15, 2007

¿Para qué sirve un paraguas roto?

El pasado jueves hizo honor a la riada sufrida hace 50 años (y cacareada a diario durante el último mes en todos los medios). Cayeron centenas de litros por metro cuadrado, los alcantarillados dijeron "no puedorr!", y por unas horas el caos gobernó en estas tierras levantinas. Por desgracia hubo que lamentar desgracias personales, las materiales al fin y al cabo poco importan. La zona más castigada fue la de Vergel (eso de El Verger no me suena bien), en la que gente cercana se vio afectada. Esperamos que pronto se recuperen de las secuelas. Por aquí el asunto fue más llevadero, aunque rozó la divina comedia. Al parecer un virulento tornado provocó múltiples daños en el polígono industrial de Alboraya, y nosotros estabamos mientras en el ensayo, tocando rock'n'roll, con dos cojones...
Estuvimos puliendo temas, estudiando las entradas de cara a directo, y colocando temas como Ella es tan...importante en el estante del rock más directo y clásico, desvistiéndola de atuendos prosaicos que parecían inseparables del tema. Seguimos radiografiando los temas, sacándole la miga al asunto, puliendo las balas para que lleguen más adentro y procurando que este proyecto llegue a estremecer tratando de tener claro hacia adonde tenemos que apuntar nuestros versos. La velada fue muy enérgica, hasta que empezaron los cortes de luz, las interrupciones y la necesaria evacuación de los locales cuando una chapa del techo cayó y empezó a entrar agua por el hueco de un foco (eso sí, de bajo consumo), haciendo conveniente largarse al grito de maricón el último. El retorno a Ítaca fue bastante complicado, pero no voy a aburrirles, estimados lectores.
Dos paraguas rotos en la misma noche te obligan a aceptar que te toca mojarte. Lo mejor que puedes hacer en este caso es reirte. Y mojarte...claro. Un paraguas roto sirve para calarte de tal modo que llegas a ese punto de no retorno en el que poco importa seguir mojándote, porque ya no lo notas y puedes seguir disfrutando de la lluvia, algo a lo que uno nunca accede cuando su paraguas es firme e intransigente, y sus ideas se mantienen secas.
Gracias por los servicios prestados.